jueves, 20 de octubre de 2011

Se busca al mayor asesino de la historia: La gripe.


En 1918 terminó la I Guerra Mundial, dejando 20 millones de víctimas. En otoño de aquel año un virus mató , en apenas meses, a tantas personas como la guerra. La gripe de ese año fue probablemente la epidemia más mortífera de la historia y los científicos aun no saben aun por qué este virus que aparece cada año, pudo adquirir tal virulencia.


El virus de la gripe cambia de año en año, por eso la OMS desarrolla anualmente una vacuna adecuada para cada temporada. En aquel año debió tener, por alguna mutación genética, un inmenso poder mortífero. Los científicos intentan saber qué mutación fue y de que manera lo convirtió en un patógeno tan potente. Para ello necesitan muestras del virus, pero como en 1918 la virología prácticamente no existía, no se pudo aislar ni conservar muestras.

Hace unos años, una científica canadiense oyó que un grupo de mineros murieron por la enfermedad en Alaska y para evitar la propagación de la enfermedad fueron enterrados en el suelo permanentemente congelado. Existiendo la posibilidad de que las bajísimas temperaturas hubiesen conservado los restos del virus, en 1998 fueron desenterrados los cadáveres y se recogieron muestras de tejidos infectados. Aunque no estaban en perfecto estado, se espera que estas muestras sean suficientes para llegar a caracterizar el virus y, quizá secuenciar su genoma para identificar el factor que convirtió al virus en mortal. Si se consigue, se podrá evitar algún día que vuelva a producirse una epidemia semejante mediante la preparación de una vacuna adecuada.

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